Hoy amanecíamos con una crítica fortísima a Mapfre por las indemnizaciones ofrecidas a los familiares de las víctimas del fatídico siniestro de Spanair el pasado 2008.
Al parecer, las cuantías resultan insuficientes para las familias y el colectivo, a través de su portavoz que ha mostrado públicamente la indignación pues 12.5 millones de euros en indemnizaciones frente a la prima anual que la Compañía Aérea pagaba por este seguro que era de 1.500 millones resulta “irrisorio”.
En nuestro caso no somos nadie para valorar si es mucho o poco. La realidad de esto es que la vida de una persona no tiene precio pero puesto a valorar, y en seguros siempre hay que valorar, habrá que atenerse a las condiciones de la póliza firmada; a la jurisprudencia y al histórico de este tipo de siniestros para evaluar si son adecuadas o no.
Lo que no es muy lícito, moralmente hablando, es que sean las propias víctimas -familiares- quienes tengan que llevar el proceso judicial pues al dolor y la pérdida se unen los gastos extraordinarios que conllevan estos procesos. Las indemnizaciones deberían ser claras, concisas y concretas desde el momento de la catástrofe e indiscutibles para ahorrar costes y sufrimiento adicional a lo que ya no tiene arreglo.
Merece la pena destacar que aunque Mapfre era la aseguradora, ésta tenía cedido el riesgo al 99% lo que quiere decir que las indemnizaciones –sean cuales sean- serán abonadas por las cuentas de los reaseguradores en un 99% y por tanto la cuenta de resultados del grupo asegurador en cuestión no se verá lastrada por estos pagos.