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¿Hasta que punto despreciamos la cultura del riesgo?

Muchos siniestros lo son a causa de la negligencia en poner las medidas necesarias para evitar la materialización de los riesgos.

Por ejemplo, el 70% de los siniestros de autos lo son por distracciones del conductor; otro porcentaje parecido de los siniestros en hogar lo son también por negligencias y así sucesiva e indefinidamente.

Estos días desgraciadamente hemos vuelto a lamentar dos muertes de dos niñas en un embalse que fácilmente se hubieran podido evitar si se hubieran respetado las normas de no bañarse allí, en embalses y pantanos.

Nos falta la cultura de la prevención de riesgos, no ya laborales, que si, y por eso la legislación lo impone, sino los domésticos, los personales, los profesionales, los empresariales, etc. Y casi siempre son causados por la actitud de la gente de hacer caso omiso de las normas no ya legislativas sino de prudencia mínima. Vivimos la cultura de que todo vale;  a veces, los hijos son educados en la excesiva permisividad con la excusa de una tolerancia mal entendida.

Y si el riesgo acontece,  la única solución es haber sido precavidos teniendo el seguro adecuado. Ese es el papel de los profesionales del seguro y mas concretamente el de las corredurías que sabrán recomendarle el producto adecuado para cada riesgo. 

En nuestra casa tenemos un código de buenas costumbres que tienden a educar a la ciudadanía en evitar esos siniestros y que procuramos hacerla extensiva a nuestros clientes.

¿Cómo evitar los robos en vacaciones, cómo evitar los accidentes domésticos, como prevenir los accidentes de playa, como los de mar, como los de empresa, los de medio ambiente, etc.?

Prever, anticiparse al riesgo es la obligación del ciudadano responsable y el nuestro, las corredurías,  buscarle el antídoto – como si de un veneno se tratara - necesario para evitar los daños o compensarlos si desgraciadamente al final ocurren.